EL ELEFANTE ENCADENADO
Tomado de una idea de Anthony de Mello, modificada
por Jorge Bucay.
De pequeño me gustaba el circo. Me
encantaban los espectáculos con animales y el animal que más me gustaba era el
elefante. Me impresionaban sus enormes dimensiones y su fuerza descomunal.
Después de la función, al salir de la carpa, me quedaba extrañado al ver el
animal atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que le
aprisionaba una de las patas. La cadena era gruesa, pero la estaca era un
ridículo trozo de madera clavado a pocos centímetros de profundidad. Era
evidente que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo también podía tirar
de aquel minúsculo tronco y huir.
—¿Por qué no la arranca y se escapa?
—pregunté a mis padres.
Me contestaron que era porque estaba
amaestrado. La respuesta, sin embargo, no me satisfizo. «Si estaba amaestrado,
¿por qué lo tenían atado?». Pregunté a parientes y maestros y pasó mucho
tiempo, mucho, hasta que alguien que resultó ser un sabio me dio una respuesta
convincente: «El elefante del circo no se escapa porque está atado a una estaca
parecida desde que era muy, muy pequeño ».
Entonces me imaginé el elefante recién
nacido y atado a una estaca. Seguro que el animal tiró y tiró tratando de
liberarse. Debía terminar el día agotado porque aquella estaca era más fuerte
que él. Al día siguiente debía volver a probar con el mismo resultado y al
tercer día igual. Y así hasta que un día terrible para el resto de su vida, el
elefante aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Desde entonces, el
elefante tenía grabado el recuerdo de su impotencia. Y lo que es peor, nunca
más volvió a cuestionarse ese recuerdo y nunca más volvió a poner a prueba su
fuerza.
A menudo a las personas nos pasa lo
mismo. Vivimos encadenados a estacas que nos quitan libertad. Pensamos que «no
podemos» hacer tal cosa o tal otra sencillamente porque un día, hace mucho
tiempo, lo intentamos y no lo conseguimos. Entonces nos grabamos en la memoria
este mensaje: «no puedo y no podré nunca». Esta creencia autoimpuesta nos ha
limitado desde entonces y no la hemos cuestionado más. Seguramente ahora somos
más fuertes y estamos más preparados, pero aquel recuerdo nos frena a la hora
de intentar liberarnos.
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