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Recosntruir la vida
Silvia Graciela Moreno L.
Vero se siente devastada. Entre sollozos exclama: “me duele el cuerpo, como si me hubieran arrollado. Pensé que todo estaba bien y que las discusiones, silencios y disgustos que solíamos tener eran normales” Y es que un par de días antes Arturo, su marido, sin ninguna señal previa decidió poner fin a su matrimonio de 15 años: “lo lamento creo que ya no te quiero, te aviso que a fin de este mes me salgo de la casa”…
Muchas veces no podemos percibir las señales y la ruptura de la relación nos toma por sorpresa y esto ahonda la sensación de que hemos sufrido un daño irreparable. Aunque, por otro lado, a pesar de que reiteradamente hayamos advertido el fin, la separación o la muerte de la pareja, cuando sucede nos enfrentamos a sentimientos intensos de ira, dolor desilusión y miedo…
Por si no bastara, con frecuencia en medio de esta maraña explosiva de sentimientos se requiere modificar muchos hábitos cotidianos: las salidas y reuniones con amigos y familiares, la llevada de los pequeños a la escuela, las festividades, las vacaciones, la cama semivacía… El universo entero, al menos nuestro universo, se ve trastocado en mayor o menor grado. “Me siento perdid@,” mi vida entera giraba alrededor de mi pareja y creo que ni siquiera se quien soy “ahora nada tiene sentido” “jamás me recuperare”…
Es importante permitirnos tocar el dolor, la ira y cualquier sentimiento deja la separación. Y tanto o más importante es vencer la tentación de buscar un nuevo amor para alejar el dolor; la absurda creencia de “un clavo saca otro clavo” propicia que surjan parejas destinadas a fracasar, parejas que de una u otra manera arrastran los problemas y patrones de la relación anterior.
Recordemos que con todo el dolor que implica, cualquier pérdida exige un momento de reflexión, un momento para abonar en el autoconocimiento y en el desarrollo personal. Por arduo y frustrante que resulte, es momento de confrontarme y analizar lo que condujo al fracaso de la relación.
En mi experiencia como terapeuta encuentro que casi todas las personas que llegan a consulta por un asunto de pareja, sea que vengan solas o con la pareja, expresan un discurso que, independientemente de las peculiaridades de cada situación se resumiría mas o menos así: “yo hago casi todo bien y en realidad vengo a ver como hacerle para que mi pareja cambie” y es que solemos culpar al otro u otra. Pero, ante una ruptura es de particular importancia ahondar en las cosas que yo hice o dejé de hacer.
Tal ves por una cuestión cultural aprendemos a minimizar nuestra responsabilidad y justificarnos. En mayor o menor grado nos visualizamos como victimas (aún cuando lo neguemos) y esperamos que el cambio venga de fuera: la situación, mi pareja, el trabajo etc.
Cambiar la perspectiva y focalizar en mis propias acciones, aunque en un principio puede ser doloroso (no soy tan perfecto a como creía) a la larga es una herramienta de verdadera transformación.
¿Cuál fue mi responsabilidad? ¿qué hice o qué no hice qué propició la ruptura? ¿qué puede haber hecho? Éstas y otras preguntas son el inicio de la verdadera reconstrucción. Porque, en contra de lo que usualmente creemos, reconstruir mi vida no significa tener una nueva pareja, reconstruir mi vida significa; volver a mi esencia, construirme de nuevo…
De esta forma, la perdida aunque dolorosa puede ser una experiencia positiva de crecimiento y reencuentro con mi ser real, puede significar enfrentar mis mascaras, mi victimez para responsabilizarme de mi mism@ sin esperara que llegue otr@ “ la pareja ideal” a resolverme y hacerme feliz.
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