Padre, creo que Platón tenía razón: existimos antes de nacer, pero no en un mundo de ideas, sino de amor. Vivíamos en tu corazón ¡Padre! Y a él queremos regresar.
Desde niña, a veces me a llega la nostalgia, y quiero retornar al hogar, aquel lejano, inmensamente lejano hogar... Por otro lado, la vida me llama y lejos de invocar mi muerte, te pido una larga vida para cumplir esa misión que, en el origen del tiempo, Tú reservaste para mí.
¡Padre! incítame a tocar fondo en el mundo y en la carne. Porque sólo tocando fondo — permitiéndome sentir y asumiendo lo que soy— podré llegar a Ti.
A veces creo que siento las cosas intensamente; que en verdad amo, odio, envidio, y siento felicidad... no obstante, el miedo me lleva a fingir, a no aceptar... Entonces me escindo y mi intelecto toma el control pretendiendo conocer lo que siento aún antes de sentir lo sentido.
Durante años ahogué mis sentimientos, ignoré mis necesidades, di la espalda a mi esencia: sorda a mi íntima voz; y hoy quiero rectificar...
Comprendo que pides que viva mi presente y mi cotidianeidad, sin evadirme en sueños místicos. Sé que, si me alejo de mi vida, para ir a buscarte, sólo te perdería... Estoy en el momento y lugar que necesito estar; y quiero encontrarme y reconocerme porque sólo así podré encontrarte. Ayúdame Padre, permíteme vivir todo y sólo cada momento de instante en instante, con toda la riqueza y la intensidad que vibra en mí cuando estoy, justo donde estoy.

Comentarios